14 de enero de 2008

Lunes...

La persiana silenciosa en la ventana; intento atravesar sus ojos, y tras el cristal, lo de siempre: nada; el mismo entorno, la misma estampa. La luz tenue desaparece en el suelo. Fuera esta lloviendo, pero solo una gota empapa mi cielo. El aire mojado me deja sin aliento, pero aún respiro, lo siento, aun no he muerto. Los días que yacen en el espejo, sin vida, eternos, no son más que un reflejo, un efímero sueño, anhelos, recuerdos.

La lámpara apagada. Tan solo la pantalla ilumina mi alma. Postales sin firmar rodean mi cama, libros sin leer esperan, sin prisas, pero sedientos de que los lean; anhelos de esperanza, de servir para algo que no sea nada, de morir en el recuerdo de una apariencia olvidada.

Los lunes ensombrecidos, sin llama, se dejan entre renglones, pasan. Un día de imaginación desbordada, un mundo de fantasía donde todo vale nada. Ficción, quimeras, cristales rotos ante un mundo en calma. Líneas redundantes siguen fluyendo sin pronunciar palabra. Y en la mesa los mismos papeles, folios sin sentido, letras a medias buscando un camino. Llaves perdidas, brillantes, caídas, en un rincón olvidadas, sin saber que abrirán. Las puertas confinan toda mi realidad, un universo tras el cerrojo que nadie descubrirá.

Es todo lo que me rodea, tan sólo un desorden superficial, un sinfín de pretensiones, y un mismo final. Así concluyo lo que empiezo, y aunque no sepa acabar, no diréis que no lo intento. Disculpadme si está mal.

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