Ayer me fui de excursión a ver mundo, aunque siendo sinceros, no salí de la provincia de León. En una excursión organizada y pagada por la universidad, nos dirigimos a conocer una mina a cielo abierto que explota carbón, que se encuentra situada en la comarca del Bierzo.
Tras hora y media de trayecto, llegamos para ver con nuestros propios ojos la corta minera de Fabero (así se llama el pueblo), una impresionante y mastodóntica mina a cielo abierto, que nos dejó a todos con la boca abierta por las dimensiones de la misma. Maquinaria gigante, voladuras de fondo, y cientos de metros de excavación sobre la cota original; eso fue lo que nos encontramos cuando nos asomamos a la corta.
Pudimos presenciar en directo las obras de extracción y oír muy de cerca las explosiones que se llevan a cabo, tanto, que tuvimos que apartarnos para estar en “terreno seguro” por la inminente detonación de una de las zonas.
Además, vimos la restauración que se lleva a cabo en una mina a cielo abierto. Esta parte es la que más relacionada está con el área de medio ambiente, y la que más nos interesaba a nosotros. La recuperación y restauración del suelo devastado por la excavación se va a haciendo a medida que va avanzando la corta minera; se rellenan los huecos, se vuelve a poner un estrato completo de la tierra vegetal original, y se revegeta con gramíneas, arbustos y árboles, manteniendo la orografía inicial. El resultado, aunque no sea natural, es bastante bueno, y el impacto visual se reduce al máximo.
Como decía al principio, esta visita es una actividad complementaria a una de las asignaturas que curso este año. Y fuimos a gastos pagados, cosa que es habitual, ya que ya va incluido en las tasas de matrícula que religiosamente pagamos cada año. Lo que no va incluido, y jamás había pasado, es que nos inviten a un restaurante, a comer por la patilla… Resulta que en lugar de comer de bocadillo (yo al revés que el mundo, por lo que he podido comprobar) nos llevaron a degustar un exquisito menú, a un restaurante de postín. No el típico menú del día, no… Un señor menú! con aperitivos, entremeses, entrantes, paella, cordero asado, pollo de corral, postre, café, chupitos… Bueno, como si fuéramos de boda, pero sin el puro, y sin el vestido de gala…
Por cierto, sigo sin saber quién corría con los gastos…
En definitiva, un grato día de visita cultural… aunque estuvo nublado, hacía un poco de frío, y mucho viento. Pero todo no se puede tener en esta vida; cuando hay comida gratis, lo que menos importa es la meteorología.
Tras hora y media de trayecto, llegamos para ver con nuestros propios ojos la corta minera de Fabero (así se llama el pueblo), una impresionante y mastodóntica mina a cielo abierto, que nos dejó a todos con la boca abierta por las dimensiones de la misma. Maquinaria gigante, voladuras de fondo, y cientos de metros de excavación sobre la cota original; eso fue lo que nos encontramos cuando nos asomamos a la corta.
Pudimos presenciar en directo las obras de extracción y oír muy de cerca las explosiones que se llevan a cabo, tanto, que tuvimos que apartarnos para estar en “terreno seguro” por la inminente detonación de una de las zonas.
Además, vimos la restauración que se lleva a cabo en una mina a cielo abierto. Esta parte es la que más relacionada está con el área de medio ambiente, y la que más nos interesaba a nosotros. La recuperación y restauración del suelo devastado por la excavación se va a haciendo a medida que va avanzando la corta minera; se rellenan los huecos, se vuelve a poner un estrato completo de la tierra vegetal original, y se revegeta con gramíneas, arbustos y árboles, manteniendo la orografía inicial. El resultado, aunque no sea natural, es bastante bueno, y el impacto visual se reduce al máximo.
Como decía al principio, esta visita es una actividad complementaria a una de las asignaturas que curso este año. Y fuimos a gastos pagados, cosa que es habitual, ya que ya va incluido en las tasas de matrícula que religiosamente pagamos cada año. Lo que no va incluido, y jamás había pasado, es que nos inviten a un restaurante, a comer por la patilla… Resulta que en lugar de comer de bocadillo (yo al revés que el mundo, por lo que he podido comprobar) nos llevaron a degustar un exquisito menú, a un restaurante de postín. No el típico menú del día, no… Un señor menú! con aperitivos, entremeses, entrantes, paella, cordero asado, pollo de corral, postre, café, chupitos… Bueno, como si fuéramos de boda, pero sin el puro, y sin el vestido de gala…
Por cierto, sigo sin saber quién corría con los gastos…
En definitiva, un grato día de visita cultural… aunque estuvo nublado, hacía un poco de frío, y mucho viento. Pero todo no se puede tener en esta vida; cuando hay comida gratis, lo que menos importa es la meteorología.